En la historia monetaria de la Argentina, el patacón ocupa un lugar destacado tanto por su valor económico como por su significado simbólico. Fue una moneda de plata que circuló oficialmente a partir de la segunda mitad del siglo XIX, aunque su origen y su denominación remiten a tradiciones más antiguas que incluso preceden a la independencia.
El término patacón tiene un origen curioso y cargado de historia. Proviene del vocablo español “patagón”, que en los siglos XVI y XVII se utilizaba para referirse a monedas grandes de plata, en especial al rijksdaalder o tálero de los Países Bajos, muy apreciado en el comercio internacional. Con el paso del tiempo y la expansión colonial, el término llegó a América del Sur, donde se deformó fonéticamente hasta convertirse en patacón. En el Río de la Plata, mucho antes de la independencia, se usaba de manera popular para designar a las monedas grandes de plata, como las de 8 reales españolas.
Existe también una teoría más popular, aunque no necesariamente contradictoria, que vincula el nombre patacón al fuerte sonido metálico que producían estas monedas al caer, lo que generó expresiones como “dar un patacazo”, asociando el golpe con el dinero. Lo cierto es que el término se arraigó profundamente en el habla cotidiana y pasó a representar no solo una moneda específica, sino también una idea de dinero sólido y confiable.
En Argentina, el patacón comenzó a acuñarse formalmente en 1881, durante la unificación del sistema monetario nacional. La Ley N.º 1.130 del mismo año estableció al peso moneda nacional como unidad de cuenta, y el patacón fue la denominación más alta de las monedas de curso legal: equivalía a un peso y estaba hecho de plata 900 milésimos. Su tamaño y peso (aproximadamente 25 gramos) evocaban las antiguas piezas coloniales, conectando así pasado y presente en la nueva organización monetaria del país.
En su anverso, el patacón llevaba el escudo nacional argentino, rodeado por la leyenda “REPÚBLICA ARGENTINA” y el año de acuñación. En el reverso, mostraba una figura de la Libertad sentada, sosteniendo una lanza coronada por el gorro frigio, símbolo republicano. A sus pies, una cornucopia derramando monedas y un escudo representaban la riqueza y la soberanía de la nación. Este diseño tenía un claro simbolismo político: buscaba reforzar la imagen de una Argentina libre, moderna y económicamente estable.
Los patacones circularon principalmente entre 1881 y principios del siglo XX, aunque debido al alza del precio de la plata y a la inflación, su uso fue perdiendo fuerza. Para 1896, su producción se había detenido casi por completo. No obstante, la moneda siguió viva en el lenguaje popular: hablar de “patacones” era sinónimo de hablar de dinero, de riqueza, de algo que valía.
En definitiva, el patacón argentino no fue solo una moneda: fue el reflejo de un proyecto económico y político, el símbolo de una nación que buscaba afianzarse en el concierto internacional con una moneda fuerte y respetada. Y su nombre, heredado de tiempos coloniales y arraigado en el habla del pueblo, le otorgó una dimensión cultural que todavía hoy perdura en la memoria colectiva.