Durante las primeras décadas del siglo XIX, Brasil vivió una transformación decisiva tras la llegada de la corte portuguesa en 1808, que huía de la invasión napoleónica en Europa. Con la monarquía instalada en Río de Janeiro, surgió una necesidad urgente: abastecer el vasto territorio brasileño con moneda confiable y suficiente para la circulación interna. En ese contexto, el gobierno adoptó una solución ingeniosa: reutilizar monedas extranjeras, principalmente los famosos 8 reales españoles, recuñándolos con un nuevo valor de 960 réis, naciendo así las emblemáticas monedas conocidas como "patacões".
Estas monedas comenzaron a circular de forma regular a partir de 1810. La mayoría fueron acuñadas sobre piezas de plata extranjeras ya existentes —no solo españolas, sino también portuguesas, bolivianas, peruanas e incluso de origen indio en algunos casos excepcionales—. Las piezas originales mostraban una contramarca oficial con el nuevo valor y un diseño portugués distintivo. En su anverso llevaban la inscripción “JOANNES VI D. G. PORT. BRAS.…” y el escudo real portugués, mientras que el reverso solía incluir el número “960” rodeado por una guirnalda, una corona y la fecha de acuñación.
Las principales cecas responsables de la producción de estas monedas fueron Río de Janeiro (R) y Bahía (B). La ceca de Río fue la más activa durante el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves (1818–1822), mientras que Bahía mantuvo acuñaciones incluso durante el Imperio, ya bajo el reinado de Pedro I (1824–1834). Existen también emisiones más limitadas desde regiones como Minas Gerais, así como una gran cantidad de contramarcas provinciales que marcaron ejemplares con iniciales como “C.” o símbolos locales, reflejo del control regional y la diversidad de la circulación en ese periodo.
A lo largo de sus más de dos décadas de emisión, las monedas de 960 réis presentaron diversas variantes. Se pueden clasificar en tres grandes tipos: los patacões coloniales (1810–1817), recuñados sobre monedas extranjeras; los del Reino Unido (1818–1822), con diseños más elaborados y producción formalizada; y los del Imperio (1824–1834), emitidos ya como piezas originales del Brasil independiente, con el busto del emperador y el escudo nacional en el reverso. Además, los recuños sobre monedas base distintas han dado lugar a decenas de variantes y rarezas, algunas de las cuales hoy son objeto de culto entre coleccionistas.
Técnicamente, estas monedas se caracterizan por un peso aproximado de 27 gramos, un diámetro de cerca de 40 mm y una ley de plata de entre 89,6 % y 91,7 %. Se estima que entre 1810 y 1827 se emitieron más de 22 millones de ejemplares, lo que refleja la importancia fundamental de este tipo en la economía del Brasil colonial e imperial.
Hoy, los patacões de 960 réis son considerados una de las piezas más representativas de la numismática brasileña. Su historia combina la urgencia política, la reutilización monetaria, la estética imperial y la identidad nacional. Cada variante, marca o base metálica cuenta una parte de la historia de cómo Brasil construyó, a través de la plata y la pragmática necesidad, su sistema monetario antes de tener una moneda nacional propiamente dicha.